Tan solo unos días después de la derrota socialista en Galicia, todo un cataclismo para el puño y la rosa, la Guardia Civil detenía a Koldo, aquel asesor del ministro Ábalos. Le hemos llamado asesor porque así lo califican los despachos de agencia, que suelen utilizar ese término cuando no saben muy bien cuál es la función del sujeto, o cuando quieren evitar las querellas.

Pues el tal Koldo tuvo, antes de los cargos oficiales, tareas de portero de club, y no se le conoce otro mérito que el de haber coincidido con el ministro en horas y compañías inconfesables para gentes que aspiran a representar al gobierno. Koldo fue nombrado consejero de Renfe, y supimos que estuvo presente cuando se transportaron las maletas de la venezolana Delcy Rodríguez en la pista de Torrejón.

Con Koldo en poder de la UCO comienza el hundimiento del régimen sanchista. Dirán que es un detalle, una anécdota, pero toda la arquitectura del poder de Sánchez se basa en estos recaderos: su amigo en Correos, que ha llevado a la empresa pública a una quiebra escandalosa; y su Zapatero haciendo de enviado especial a las narcodictaduras de América, para avalar los regímenes de sátrapas podridos de corrupción.

El voto en Galicia ha instalado el miedo en la cara del presidente, y la UCO le va a devolver en operaciones contra los golfos, las afrentas a los guardias que vigilan el tráfico de hachís en el estrecho. En aquellas aguas Marlaska ordenó bajar la guardia para que el palacio de Rabat pueda traficar con pastillas de grifa. El dinero del narco sostiene la riqueza de buena parte de Rif, que paga el diezmo al príncipe de los creyentes. Todo por un teléfono. Al único que no le interesa que Sánchez caiga es a Rabat. No encontrarán nunca a otro más incauto con los móviles.