El año de las vacas gordas
Antes de conocer la condena de inhabilitación del fiscal general, el gobierno ya había anunciado que redacta unas cuentas para el año que viene, unos presupuestos en los que va a tirar la casa por la ventana. Es lo que viene haciendo desde que asumió el poder: echar muebles por la borda y procurar que caigan sobre las cabezas del adversario.
La tarea en la que Sánchez y su cuadrilla es más eficaz es la de dividir España y sembrar discordia. La gran enmienda a la transición es esa: romper con la concordia al precio que sea. A quien haya seguido los medios oficiales le habrá extrañado la sentencia del Supremo sobre el caso del fiscal. El coro de los eunucos repetía una y otra vez que era inocente, y hasta el presidente pidió portada en el diario del régimen para anunciar la inocencia de García Ortiz. Así que una condena solo podía ser obra de magistrados políticos. Es ahí donde se ve el juego corrupto de la siembra de cizaña: si la realidad me contradice, es porque hay una conspiración contra mí.
Cualquiera que haya leído El Complot, la obra del fiscal Stampa en la que retrata las oscuras maquinaciones del fiscal general y sus amigos contra todo el que no le siga el juego, sabe que vivimos en un régimen que ha podrido las instituciones, dirigidas hoy por esclavos morales de un émulo del Tirano Banderas de Valle Inclán.
El gobierno ha perdido la batalla y es el fiscal el que sale de la escena, a pesar de que obedecía órdenes de Sánchez: que no nos ganen en relato, un poco más de cianuro en la nota, y estas cosas que se decían en los foros de Whatsapp. Ahora llega el año 26, y anuncian cuentas nuevas, con mucho más gasto que saldrá de lo que nos roban vía impuestos, y de deuda de pago aplazado. Hay que comprar votos. ¡Más madera!

