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La prudencia y la niñez

La prudencia y la niñez

 

La prudencia es, ya desde tiempos de Aristóteles, la virtud más importante que debe adornar al dirigente político. Sin ella, el resto de posibles virtudes decaen y se hacen inútiles, como los adornos de una casa que no pueden verse en ausencia de luz.

En su impagable obra “La prudencia política”, del filósofo español Leopoldo-Eulogio Palacios, vemos que “la prudencia política es una cualidad de la razón práctica que la dispone a realizar con prontitud, infalibilidad y eficacia los actos enderezados a la consecución del bien común”. En la misma obra, el autor nos recuerda que ya San Isidoro, en una de sus famosas etimologías, definía al hombre prudente como “porro videns”, que podemos traducir literalmente como “sujeto perspicaz que ve lejos”.

Vemos, pues, que lo contrario de la prudencia política es la inmadurez, la prisa, la banalidad, el gusto por lo espurio, lo mezquino, lo pequeño. A lo largo de los siglos, los hombres que han grabado sus nombres con letras de oro en la Historia casi siempre lo lograron a base de fortaleza, templanza, coraje y prudencia. Virtudes que Dios pone en el corazón de los hombres, sin duda para que los mejores puedan conducir a los pueblos dentro de los límites de la virtud.

Es bueno reflexionar sobre estas cosas viendo todo lo sucedido en el PP las últimas semanas. España es hoy un país a la deriva porque tiene un Gobierno ilegítimo, formado tras una mezcla repugnante de enemigos de la Patria, y enfrente, donde tendría que haber sabiduría, experiencia, firmeza en los principios y prudencia en su aplicación, lo que hemos visto ha sido justo lo contrario. Un patio de recreo de niños acostumbrados a lo fácil y rápido. Con vuelo de gallina en vez de vuelo de cóndor. Mirándose el ombligo en vez de buscar con la vista (porro videns) el futuro que merece el pueblo español.

Yo no hablaré de culpables, aunque todos sabemos quiénes son, en esta hora sombría para España. Nadie puede alegrarse de un espectáculo tan poco edificante. Pero el PP y VOX, o VOX y el PP, deben saber algo importante: por delante, muy por delante de sus ombligos partidistas, hay una gran mayoría de españoles que piden a gritos, que exigen la salida de este desastroso Gobierno que preside Pedro Sánchez. Y su obligación, la de sus dirigentes, sean éstos quienes sean, es la de servir con prudencia política para alcanzar el bien común. No hay nada que esté por encima de ese deber.

No es bueno llegar a la política para imitar a los protagonistas de las series de intriga de Netflix, ni para hacer un Juego de Tronos permanente. A la política real no se llega para jugar. Conviene que lo tengan en cuenta aquellos sobre cuyos hombros descansa (aunque ellos aún no lo sepan) la grave responsabilidad de sacar España de este agujero negro de su Historia. No me obliguen a recordar el refrán aquel de “quien con niños se acuesta, meado se levanta”.

 

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