El genial Juan Tamariz dice que la magia intenta producir asombro, hacer que los adultos dejen de preguntarse dónde está el truco y que disfruten de lo imposible. Que abandonen el análisis racional para entregarse a las emociones. Y esas ilusiones que Tamariz, Jorge Blass o el Mago Pop nos proponen para transportarnos durante un rato a un mundo mejor, son opuestas a las que Pedro Sánchez, Irene Montero o Gabriel Rufián nos escupen a la cara para llevarnos a rastras a una España peor.

Es habitual que la izquierda española recurra a maniobras de distracción cuando la opinión pública les da la espalda y necesitan dar un golpe de efecto. Por ejemplo, sacar a Franco a pasear —hace dos años lo hicieron de forma literal— es una técnica habitual cuando quieren desviar los ojos de los españoles de la realidad del país.

Quieren que viajemos a un país sombrío donde las mujeres no pueden salir solas sin estar aterrorizadas por la altísima probabilidad de que algún hombre se decida a hacer lo que en realidad todos desean en secreto. Una España en la que los homosexuales deben esconderse de esas bandas de homófobos que acechan tras cada esquina para agredirles sin piedad. Un lugar donde a los extranjeros se les persigue irremediablemente hasta la muerte.

Ese lugar oscuro, obviamente, tiene una capital que es paradigma de todos los males y una presidenta que los encarna de forma perfecta. Jorge Javier tiene miedo en Madrid por algo que nunca sucedió y acusa a Ayuso para que la realidad no estropee la ilusión. Madrid como capital del egoísmo, el caos, el miedo y la violencia.

Pero fuera del teatro, Madrid es una de las mejores regiones del mundo para ser mujer, homosexual, o para ser acogido sin que a nadie le importe el rincón del planeta del que uno proceda. Fuera del teatro, Madrid crea 13.000 empresas en solo seis meses, recibe casi el 62% de la inversión extranjera en España, el PIB regional crece el 31,7% en el último año, 12 puntos más que la media nacional, y Ayuso elimina todos los impuestos propios de nuestra comunidad autónoma para aumentar la competitividad madrileña.

Abandonada la magia negra de los enemigos de la verdad, Madrid celebra una feria del libro con vecinos, libreros, editores y autores compartiendo felizmente pasión por las letras mientras en Cataluña, el mismo día, vuelven el odio, las piedras y el fuego.

Si volvemos los ojos de nuevo a la realidad, veremos que ningún torpe juego de manos puede ocultar ya el disparate del precio de la luz que destroza la economía de familias y empresas, a los cientos de miles que siguen en ERTE, o la incapacidad del gobierno de Sánchez para la gestión más allá de las propuestas demagógicas que solo sirven para avivar cada fuego.

Desde la imponente victoria de Ayuso en mayo de este año, huele a cambio de ciclo. Huele a quemado en Moncloa, y no solo porque esa victoria acabase con la carrera política y cortase la coleta de uno de los personajes que más daño ha hecho a España en los últimos años. No solo porque esa victoria terminase con todo Ciudadanos y hundiese al PSOE. No solo porque Sánchez se viese obligado a deshacerse de los últimos y más fieles supervivientes de su equipo, como Ábalos o Lastra. Huele a quemado porque el espectáculo se ha terminado y al mago se le han visto los bolsillos ocultos de la chaqueta y el conejo debajo de la chistera. Se ha roto la magia y de la ilusión como espejismo, España ha pasado a la ilusión como oportunidad de cambiar las cosas.