Desde tiempos de los griegos se tiene claro que lo contrario a democracia es demagogia. Demagogia hoy preponderante de la mano de la extrema politización y bajo nivel intelectual. Valga como ejemplo la batalla política que hemos vivido a cuenta de los terribles incendios que han asolado España este verano. El 96% de los mismos son, según los datos, provocados por negligencia o dolosamente, mientras que solo se detiene, por la dificultad probatoria, al 2% de los causantes. Causantes que entran por una puerta en prisión y salen por otra. En Orense se ha detenido este verano a una persona que ya en 2018 había provocado varios incendios en su municipio, causando lesiones y graves daños materiales, incluso en viviendas.

Según afirman quienes saben de esto, la causa de los incendios es multifactorial. Si alguien ha sido señalado por las víctimas de las poblaciones afectadas como culpable son los partidarios del ecolojetismo, esa religión sustitutiva que tan fuerte ha prendido en la izquierda tras la caída del Muro de Berlín

Desde el PSOE consideraron bien temprano que, como hay elecciones autonómicas a la vista, había que chapotear en el dolor ajeno. Los Gonzalo Miró de turno se hicieron rápidamente expertos en incendios. La exdiputada socialista hoy al frente de Protección Civil arremetió contra las Comunidades gobernadas por el PP. La bronca política consecuente lo inundó todo. Pero no se ha dado solución alguna. Ni cambios legislativos ni recursos. Sánchez prometió crear una comisión interministerial ¡ya existente!

Hacer demagogia con la desgracia ajena es moralmente inadmisible. En una sociedad sana quien así actuara sería apartado de la vida pública en cuanto se abrieran las urnas. Óscar Puente -les recuerdo que comenzó con su gracieta acerca de los incendios de Castilla y León- se habría tenido que ir a su casa.