Que no deroguen la Navidad

Que no deroguen la Navidad

Por José Antonio Sánchez Serrano, vicesecretario de Territorial del PP de Madrid.

Llega la Navidad, un tiempo difícil para los que hemos tenido una pérdida irreparable que nos ha marcado el resto del camino de la vida, pero sin duda una época que impregna el ambiente de amor y solidaridad, y aunque estamos en tiempos del consumismo desenfrenado, todavía mantiene los valores tradicionales que una vez la definieron, como la generosidad, la empatía, la gratitud y la familia.

La Navidad ha sido históricamente un momento para dar y compartir, valores cada vez menos de moda en esta era moderna atrapada en un materialismo que envenena esa generosidad de avaricia. Esta celebración que los cristianos celebramos como una de nuestras mejores tradiciones para rememorar el nacimiento de Jesús, son momentos de luz que muchos recordamos con figuras de escayola en los belenes caseros en toda España para recordar cómo fue el anuncio del Ángel Gabriel a María, cómo participaban los pastores, cómo era el establo desde donde José y María nos aleccionaron en el valor de la humildad, o la llegada de los Reyes Magos con sus regalos, que nos invitan a compartir con generosidad. Humildad y generosidad, grandes valores para la persona que los tiene y practica.

Durante las últimas semanas, con motivo de la celebración del 45 aniversario de la Constitución Española, se han celebrado numerosos actos institucionales y se han escrito muchas líneas para mantener ese espíritu que los padres de la Constitución redactaron. Actos y líneas que son respuesta al ataque que está sufriendo por la minoría independentista con un presidente del Gobierno de España que, por primera vez desde que naciera la Carta Magna, está dispuesto a derogarla, junto con la separación de poderes de nuestro estado de derecho, y para eso pisotearán todos los estamentos públicos, aniquilarán los privados y no lo duden, defenestrarán todas nuestras tradiciones, y la más importante de ellas se celebra en estas fechas, es la Navidad.

Por eso, últimamente leemos a los voceros de la izquierda lanzar campañas difamatorias contra la iglesia y los católicos, que celebramos estos días, alegando que estamos en un estado aconfesional, sí, pero un estado donde mayoritariamente se practica el cristianismo, y aunque les dé alergia hablar de la Semana Santa y de la Navidad, no tienen ningún problema en hacer cariños a otras religiones minoritarias o felicitar tradiciones no cristianas, mientras disfrutan de unos días de vacaciones que el Estado aconfesional les ha regalado para celebrar estas celebraciones cristianas.

Por esto quiero que estas líneas sean un alegato para, igual que hace unos días todos clamábamos por la constitución, hagamos lo mismo para mantener nuestra Navidad, que es de todos, que es la celebración, aunque les moleste a algunos, del nacimiento del niño Dios. Esta Navidad que es también de los regalos a los demás como símbolo de amor y cariño, de compartir y dar al que menos tiene, de fraternidad, la del deseo sincero de hacer feliz a alguien más que a nosotros mismos.

Mantener el espíritu de tradiciones como la Navidad implica recuperar esa generosidad, ante tanto egoísmo sectario de la sociedad y, por lo tanto, cultivar la compasión y comprender las luchas, miedos y problemas de los demás, ofreciéndoles apoyo y cariño. Es esta empatía, en su forma más pura, la que nos permite contribuir positivamente a la vida de los demás, brindándoles un hombro amigo o simplemente escuchando con atención, y es esa empatía la que debería ser obligatoria en todos los que nos dedicamos al servicio público.

Y la gratitud, ¡Qué poco decimos “gracias”! La gratitud no solo por las posesiones materiales, sino también para apreciar las relaciones, la salud y las experiencias que dan forma a nuestras vidas. La práctica de la gratitud no solo mejora nuestra perspectiva individual, sino que también contribuye a crear una cultura de aprecio en la sociedad. Muchos reflexionamos especialmente estos días sobre cómo podemos hacer más felices a los que nos rodean y muchas veces es simplemente expresando agradecimiento como un antídoto esencial contra esa insatisfacción crónica.

Generosidad, gratitud y empatía son importantes, pero sin duda la Familia es el pilar fundamental de estas fechas, esa familia que cada uno tiene o esa que se elige en formato de amigos, compañeros de trabajo o cualquier otro vínculo social. Luchemos también por la familia, y estas fechas son un momento perfecto para hacerlo reuniéndose con ellos y apreciar esos lazos que nos unen, en lugar de sucumbir a las distracciones digitales y el humo mediático, es vital reconectar con nuestros seres queridos. Reflexionemos sobre cómo podemos fortalecer nuestros vínculos familiares y fomentar un ambiente de amor y apoyo.

En el ajetreo de la vida moderna, la familia a menudo queda relegada a un segundo plano. La Navidad nos brinda la oportunidad de invertir tiempo de calidad con nuestros seres queridos, compartiendo risas, tradiciones y momentos significativos que fortalezcan los lazos intergeneracionales y promuevan un sentido de pertenencia. La Navidad son brinda la oportunidad de apreciar las cosas simples de la vida. Fomentemos un ambiente acogedor donde todos se sientan valorados y amados. En una sociedad obsesionada con la búsqueda constante de más, es fácil olvidar la importancia de la gratitud y de la familia. La generosidad, la empatía, la importancia de la familia y la gratitud no son reliquias del pasado, sino guías luminosas que pueden iluminar nuestro camino en un mundo moderno.

Por eso, te pido amigo lector que decores tu salón, tu balcón o tu fachada. No te dé vergüenza ni complejos llegar a ser incluso hortera por pasarte de luces decorativas. Llama o escribe a esos familiares y amigos que hace mucho que no ves y disfruta con ellos una copa de cava o un trocito de turrón. Sé generoso con quien lo está pasando mal. Vive la Navidad, porque si lo hacemos todos, nunca nadie podrá derogarla para imponernos otro modo de vivir nuestras mejores tradiciones, ni otro modo de vida distinto al que todos queremos tener y mantener.

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