El Sanchismo ataca al Ejército

En el verano de 1986, ingresaba en el Instituto Politécnico nº1 del Ejército, terminado mi primer año en 1º de aquel lejano Bachillerato Unificado Polivalente (BUP). Tenía 14 años, 8 meses y algunos días, y después de aprobar mi primera oposición, pasé a enfrentarme a una nueva vida: el Ejército.
Era muy joven cuando, en aquel mes de septiembre del 86, entraba por primera vez en un acuartelamiento militar para cursar mis estudios durante 3 años, acompañado de unos 360 jóvenes de toda España de 14 y 15 años. La entrada tenía un gran arco con el lema “Servir para Servir”, que ya vaticinaba que seriamos educados en muchas materias, pero sobre todo en valores como la lealtad, la integridad, la dignidad y el amor a la Patria (que palabra tan bella).
Desde ese inicio de vida castrense (otra palabra muy bella), he pasado más de media vida sirviendo a mi país, y todavía lo hago de otra forma distinta, la del servicio público, pero sin dejar de ser y de sentirme militar, cosa que llevo con orgullo allá por donde voy. He sido profesor de otros alumnos que llegaban cada año a ese centro educativo de Carabanchel durante cinco años, luego aprobé otra dura oposición pasando a ser Militar de Carrera que me llevó a otros tres años de Academia Militar en Cataluña, con vivencias más parecidas a la película de la teniente O’Neill que a lo que pueda narrar con palabras. Después, destinos varios en Alcalá de Henares, en Burgos, en Madrid…, he pasado demasiadas noches de maniobras y ejercicios en varios desiertos, playas y bosques de España, y aunque la edad en eso tampoco perdona, el orgullo de una profesión muy mal pagada pero muy vocacional se lleva siempre en la sangre.
El Ejército en los 90 no era tan querido como ahora. La sociedad nos achacaba de forma silenciosa el comportamiento de las Fuerzas Armadas en el Golpe de Estado del 81, todavía demasiado reciente en las memorias, aunque es cierto que pesaba más la empatía de los españoles con la institución, que había sufrido el asesinato de más de un centenar de militares por el terrorismo de ETA y la posterior creación por José Bono, como ministro de Defensa en 2005, de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que consiguió sin duda que fuéramos más queridos y respetados. Se dejó de ver a los militares como una amenaza de gente con armas, a lo que somos, personas vocacionales que nos desvivimos por ayudar a nuestro país, fuera o dentro de nuestras fronteras, allá donde se nos requiera, da igual un conflicto bélico, un incendio, una catástrofe o una inundación.
Sigo siendo militar, y lo digo en voz alta y con orgullo, y temporalmente estoy intentado servir a España desde la gestión pública, volveré sin duda a mi casa cuando este periodo temporal de mi vida política acabe.
Desde 1986 hasta hoy, y lo he vivido en primera persona, el Ejército y sus 120.000 efectivos hemos estado y estaremos callados ante los acontecimientos de la vida social y política. En los acuartelamientos históricamente se ha hablado poco de política. Yo que he tenido la suerte de comparar -tengo que decir-, que en una cafetería de cualquier empresa en España se hablaba más de política que en una cantina de cualquier cuartel del Ejército. Pero eso está cambiando, por eso hablo en pasado.
El uso político vomitivo que por primera vez en democracia está intentando hacer Pedro Sánchez con las Fuerzas Armadas, además de inédito, es vergonzoso y afecta demasiado a una profesión silenciosa pero orgullosa. Quizás mis compañeros con uniforme no puedan decirlo, porque se jugarían una sanción por “adoptar actitudes de menosprecio hacia las instituciones del Estado, así como a las personas y autoridades que las representan”, (artículo 7.1 del Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas), pero por suerte o por desgracia, mi situación administrativa de Excedencia me permite hablar con la libertad que cualquiera de mis compañeros no puede, por eso afirmo que: el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez está usando una de las instituciones más queridas por los españoles de la manera más denigrante que se ha hecho en la historia reciente, y para explicarlo, pongo tres ejemplos recientes.
En primer lugar, en la mayor catástrofe natural que ha sufrido España en los últimos 100 años, la DANA de 2024, que afectó gravemente a cinco comunidades autónomas de España (no sólo a Valencia aunque obviamente allí fue lo más dramático), y por lo tanto, cuando una catástrofe afecta a varias Autonomías, el gobierno de España puede declarar "emergencia de interés nacional" y coordinar los medios haciéndose responsable de inmediato, sin necesidad de que nadie lo pida y otras pamplinas que hemos escuchado en muchos sitios. Esta catástrofe, que quitó la vida de 227 compatriotas, y que nos dejó en shock a toda la nación, hizo que el Ejército se activara de forma preventiva EL MISMO DÍA de la tragedia. Infinidad de compañeros y amigos míos destinados en distintas unidades de España fueron alertados inmediatamente, hecho que parece que ha pasado desapercibido, aun así, el Gobierno de España tardó hasta cuatro y cinco días en permitir que los militares se desplegaran en las distintas zonas de Aragón, Andalucía, Castilla La Mancha, Murcia y sobre todo Valencia. Pedro Sánchez no activó al Ejército porque usó a las Fuerzas Armadas aprovechando de forma nauseabunda una gran tragedia para desgastar al presidente autonómico en Valencia.
La frustración de mis compañeros activados en los cuarteles desde el primer minuto, viendo por la televisión las imágenes que todos veíamos, era insoportable. El dolor de alguien que se siente con vocación y posibilidad de ayudar a encontrar supervivientes primero y a las tareas de desescombro después, es difícilmente describible en unas líneas. El silencio de todos los militares hasta el día de hoy sigue siendo admirable a la par que incomprensible.
Hace unas semanas, viví en primera persona el segundo ejemplo de utilización del Ejército en una Jura de Bandera Civil, organizada por compañeros destinados en El Goloso, y programada en Alcobendas como se hace en tantos y tantos lugares de España. El General que dirigía el acto, con el que pude charlar personalmente durante unos minutos, estaba incómodo, nervioso, algo inusual para una profesional que ha llegado a lo más alto de la carrera castrense. Las reuniones previas de la organización del acto con la presencia de personal del Ministerio de Defensa, del Ayuntamiento de Alcobendas y de la Comunidad de Madrid fueron un bochornoso escándalo, donde el personal del Ministerio traía la directriz de que la Presidenta de la Comunidad de Madrid NO estuviera en un acto, donde curiosamente ella unos años antes, también refrendó con un beso a la bandera, su compromiso con España. “Pídanle a la Presidenta que no venga a la Jura”, frase literal que reproduzco en este artículo de entre otras lindezas sugeridas por los representantes de Pedro Sánchez en la preparación del acto. La Presidenta estuvo en muchos actos similares hasta ahora, y no sólo era bien recibida por las Fuerzas Armadas, sino que en el ejercicio de su cargo de representación de los madrileños, Presidía siempre el acto, acompañado del alcalde o alcaldesa correspondiente y del militar de más alta graduación, como se hace siempre en todas las autonomías de España en cualquier acto cívico-militar. Nuevamente, el uso político del Ejército por Pedro Sánchez es un bochorno. Y los militares no tienen por qué aguantar estas situaciones que suponen una degradación de la institución y de los militares que la representan. Y no, Isabel Díaz Ayuso no pudo copresidir ese acto porque el Gobierno se lo impidió.
Y les cuento la tercera. Mi último destino, antes de dar el paso a la política activa, ha sido el Regimiento de Artillería Antiaérea nº 71, cuyas dependencias están en la antigua carretera de Fuencarral a Alcobendas, frente a los estudios de Mediaset España. Tengo muy gratos recuerdos de mis últimos 10 años en ese destino, donde he dejado muy buenos amigos, profesionales que han dedicado su vida a servir a España, en conflictos internacionales y en tiempos de paz, donde teníamos que estar perfectamente preparados siempre. Recuerdo los tres días lloviendo a mares que nos pasamos desplegados, y empapados, en la Casa de Campo de Madrid, para dar cobertura antiaérea a Madrid ante cualquier posible atentado durante la boda de Su Majestad el Rey Felipe VI. Y orgullosos de hacerlo, claro. Otro de los recuerdos que tengo de este último destino en el que trabajé, es el desfile con motivo del Acto del 2 de Mayo en la Puerta del Sol de Madrid. Mi acuartelamiento era el encargado de desfilar siempre en este acto.
En uno de ellos, creo recordar que fue en 2002 o 2003, tuve el honor de ser escolta de la Bandera Nacional (estandarte en Artillería) que se paseó por la Puerta del Sol ante miles de madrileños y turistas que nos ovacionaban con los acordes de cada paso que dábamos para colocarnos en el acto. Otros años, me correspondió la responsabilidad de dirigir a un grupo de soldados y desfilar delante de la Presidenta, por aquel entonces Esperanza Aguirre.
Desfilar en la Puerta del Sol significaba varios días de ensayos previos, bajo la lluvia o bajo el más tórrido sol, lo que tocase, pero había que sincronizar perfectamente, como en cada desfile, cada uno de los movimientos. Era agotador, pero ese cansancio desaparecía cuando el día 2 de mayo llegabas a la Puerta del Sol, engalanada para su gran fiesta y desfilabas ante todo el pueblo de Madrid.
Madrid quiere al Ejército, y el Ejército quiere a Madrid, del mismo modo que quiere a España.
Pero Pedro Sánchez cada día supera la sinvergonzonería del día anterior, y este año ha decidido que, por primera vez en la historia, el Ejército NO desfilará con los madrileños en la Puerta del Sol el día 2 de Mayo. ¿Motivos? Ninguno.
¿Hasta cuándo este nefasto gobierno va a ensuciar el buen nombre de las instituciones de nuestro país? Esta pregunta es la que me hace mi querida madre cada vez que voy a verla y probablemente se la hacen miles de lectores de estas humildes líneas. El Congreso, el CNI, la Radio Televisión Pública, el CIS, Correos, la Casa Real, Renfe, la Justicia y ahora el Ejército.
¿Hasta cuándo? No lo sé, pero sé que mis compañeros militares, no se lo merecen.
Pedro, el daño que estás haciendo a España, es incuestionable. Debemos impulsar inmediatamente una nueva alternancia política para impedir que el deterioro de nuestro país sea irreparable.