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Dos siglos elaborando los mejores buñuelos de Madrid

Dos siglos elaborando los mejores buñuelos de Madrid

 

Llegó desde Soria para trabajar en una pastelería ubicada en la céntrica calle del Pozo y a penas con diecisiete años ya se quedó con el negocio. La Antigua Pastelería del Pozo, fundada en 1830 –aunque ya estaba registrada como tahona en 1810-, es la más antigua de España y en la actualidad está regentada por la tercera generación de una familia que ha heredado de su predecesor, Julián Leal, el amor por la repostería y el arte de hacer bien la cosas, con los mejores productos naturales y de forma completamente artesanal.

Algunos clientes asiduos a sus dulces tradicionales han bautizado el local como “el templo del hojaldre” y es que este producto tan delicado es su especialidad. En la Antigua tienen claro que el secreto para elaborar la repostería más rica del mundo es la receta tradicional: materia prima de calidad y mucho mimo a la hora de hacer las cosas. Y, en concreto, el hojaldre en vez de elaborarlo en bloque, lo hacen con manteca líquida, no con mantequilla ni margarina, lo cual le proporciona una textura y un sabor únicos.

Dada la fecha festiva de Todos los Santos que se aproxima, es obligado acercarse hasta este castizo establecimiento para disfrutar de los dos dulces más típicos de esta festividad… los buñuelos y los huesos de santo. Los de La Antigua Pastelería del Pozo son pura exquisitez ya que se elaboran según la receta original de hace casi doscientos años. Los huesos de santo se realizan con un 60 por ciento de almendra molida y un 40 por ciento de azúcar, por lo que el sabor del mazapán es muy intenso y se rellenan con yema y batata en sus variedades más tradicionales y también con chocolate y praliné. Los buñuelos se elaboran con una masa de petisú a base de agua, manteca, harina, huevos, levadura y una pizca de sal. Luego se fríen en abundante aceite de oliva muy caliente y se rellenan a mano, uno a uno, con chocolate, café, crema, chantilly o cabello de ángel.

La Antigua Pastelería del Pozo, además de ser un templo de la repostería más exquisita y tradicional, es un auténtico museo digno de ser visitado. Su fachada conserva el escaparate, las marquesinas de madera y los rótulos originales, restaurados y bien conservados. Ubicada a pocos metros de la emblemática Puerta del Sol, rezuma toda la solera castiza de un entorno que esconde callejuelas llenas de encanto como esta del Pozo. Hoy, vecinos del barrio de toda la vida comparten lugares de paseo, de ocio y de disfrute gastronómico con turistas procedentes de todo el mundo, que hallan en Madrid una ciudad de gran belleza, acogedora, abierta y multicultural.

Al atravesar el umbral de la pastelería el tiempo se detiene. Mostradores de madera cubiertos de mármol blanco impoluto y sobre ellos, papel y cordel blanco, todo blanco… esperan para envolver los paquetes de dulces tal como se ha hecho toda la vida. Las vitrinas de cristal que llegan hasta el techo también son las originales, y nos muestran bomboneras y recipientes de vidrio donde se guardan caramelos y gominolas. Hasta la caja registradora es digna de coleccionistas.

En la Antigua Pastelería del Pozo no pueden cuantificar cuántos kilos de buñuelos ni cuántos huesos de santo se venderán estos días. Llevan casi dos siglos endulzando la vida de los madrileños con sus torrijas de bizcocho y crema, sus bartolillos, sus famosos roscones de Reyes que se pueden adquirir durante todo el año y, estos días en concreto, sus exquisitos buñuelos elaborados con el mismo cariño con el que los hiciera Julián Leal en aquel Madrid mágico de 1830.

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