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El apego y el autismo

El apego y el autismo

 

El mes de septiembre y el comienzo de clases escolares van ya de la mano desde hace muchos años. En este mes encuentras padres realmente aliviados por el hecho de tener ya un lugar en el que poder dejar a sus retoños, aun sabiendo que sus jornadas serán una concatenación de clases ordinarias, extraescolares, ajedrez, judo, chino, piano, zumba, gimnasia rítmica y mindfulness. Ni juzgo ni critico la manera en la que esos padres eduquen o dejen que otros lo hagan a sus hijos. Es una decisión profundamente personal, basada en una estructura familiar creada por ellos mismos bajo sus propias premisas, y derivada de múltiples circunstancias personales. De lo que intento reflexionar aquí y ahora es de la manera en la que esa decisión va a influir en su futuro personal y emocional cuando lleguen a adultos.

En cierta ocasión, una orientadora escolar y psicóloga de un prestigioso colegio en Madrid me comentó que en cuanto naciera su hija había tomado la decisión de llevarla a la guardería con apenas dos meses de edad. Ante mi extrañeza dada la corta edad del bebé, me dijo que era por el apego. La psicóloga no quería que su hija tuviera apego a ella para que luego fuera más fácil (para la adulta, claro está) dejarla en el colegio, comedor, extraescolares, cuidadora en casa cuando estuviera malita etc. Me quedé de piedra.

Existe un problema derivado de la falta de apego en niños: la adversidad temprana. Estos niños han sufrido un trauma en sus primeros años de vida, o incluso en la gestación, que ha afectado a su neurodesarrollo y no saben cómo enfrentarse a situaciones cotidianas. Puede desembocar en un déficit cognitivo persistente, incluso en la vida adulta. Viven en un estrés permanente, siempre a la defensiva, con una capacidad de frustración nula, muchas veces se muestran agresivos y con una autoestima por los suelos. Las causas que están detrás de esta adversidad temprana pueden ser una familia desestructurada, divorcio con violencia, malos tratos, abandono, etc., pero según los expertos puede estar también detrás de situaciones normalizadas como haber tenido varios cuidadores, la falta de afecto, o simplemente la ausencia de un buen trato. Cuando además existe un trastorno de autismo, donde la inseguridad es mayor, el desarrollo de un buen apego es absolutamente necesario.

La activación de esta conducta de apego depende de la evaluación por parte del niño de un conjunto de señales del entorno, que dan como resultado la experiencia subjetiva de seguridad o inseguridad. Por tanto, un apego correctamente desarrollado significará que es capaz de regularse emocionalmente en cada situación que se le presente, ya sea en contexto académico, familiar o social, y es aquí cuando el adulto puede proporcionarle esas herramientas tan valiosas y a la vez tan intangibles: estoy aquí contigo, te apoyo, te ayudo, te enseño, te escucho, ¿quieres jugar?; en definitiva: te dedico mi tiempo porque eres muy querido para mí. Practiquemos el apego con nuestros hijos, es un gran regalo con proyección de futuro.

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