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Un mundo feliz

Un mundo feliz

 

Qué es la felicidad? ¿Podemos alcanzarla? La felicidad, ¿es una conquista individual o colectiva? ¿Es posible la felicidad en esta vida? ¿Qué hemos de hacer para conseguirla? La felicidad, ¿es un buen objetivo para la vida?

En 1932, el británico Aldous Huxley publicó su novela más famosa, "Un mundo feliz". Y "Brave New World" se llama la serie norteamericana estrenada en 2020 que se inspira en esta novela. En la serie y en el libro se nos presenta un mundo donde los seres humanos se crean en probetas. No existe la paternidad, ni la maternidad, ni los hermanos. No existe la familia, que se considera una aberración y fuente de sufrimiento: celos, infidelidades, maltrato, chantaje emocional, mentiras, manipulaciones. Nos presentan un mundo sin ningún tipo de afectos, sin amor. Los seres humanos se determinan genéticamente para pertenecer a una casta u otra. Y esa determinación se completa, durante la niñez, con la hipnopedia que viene a confirmar a cada casta en su función social. No existe el compromiso y la actividad sexual, que es totalmente libre, se favorece durante la niñez. Los problemas se solucionan con una droga llamada soma. Y con la soma no existe ni el dolor físico ni el moral. "Siete horas y media de suave trabajo que no agota, y posterior a la ración de soma la copulación sin límites, el sensocine y los juegos. ¿Pero qué más pueden pedir?"

Estamos hablando del transhumanismo, que parece que son los derroteros por los que puede evolucionar nuestra sociedad en los próximos años. En el siglo XVI, triunfó el humanismo de los que pensaron que había llegado el momento de que el hombre fuera el centro del mundo y del pensamiento, procurándose el progreso científico, tecnológico y creándose los derechos que protegían la vida y la dignidad de todos los seres humanos. Los católicos no vieron del todo mal el peso del teocentrismo medieval al antropocentrismo. Al fin y al cabo, Dios Hijo había derramado hasta su última gota de sangre por la redención del ser humano. Y Dios Padre había creado al ser humano a su imagen y semejanza, dotándoles de la máxima importancia y dignidad. Sobre estas bases humanistas se construyó la sociedad que aún hoy día disfrutamos. El triunfo de estos valores ha permitido que se alcancen las máximas cotas de libertad, prosperidad, seguridad y respeto de los derechos humanos que jamás antes en la historia se habían alcanzado.

Pero hoy día, estos valores comienzan a verse como algo anticuado, y nos adentramos en el transhumanismo, que Huxley nos anticipó en su novela. Pero como dice la doctora Elena Postigo, de la Universidad Francisco de Vitoria, "¿quién te asegura que siendo perfecto física y genéticamente seas feliz? Pero hay una élite intelectual, económica y política que está empeñada en potenciar las capacidades físicas y cognitivas de la naturaleza humana, para llevarla a otro nivel, para trascenderla y llegar a lo que ellos llaman el posthumano, dejando atrás a la especie humana para ir a otro tipo de especie. Y para ello, proponen el uso de nanoimplantes, genoterapia y sustancias o pastillas que determinen el carácter y comportamiento de las personas. El transhumanismo es partidario de la eugenesia, en los mismos términos que en los años 20 y 30 del siglo pasado. Quieren seleccionar embriones y fetos enfermos para que nazcan sólo los sanos. Se crearía una sociedad, que como en la novela, contaría con grandes diferencias sociales porque sólo podrían acceder a estas técnicas los que dispongan de más recursos. Los ricos y poderosos contarían con técnicas y ciencia que aplicadas a sí mismos les hicieran superiores a los demás. Ellos decidirán qué vidas merecen ser vividas y cuáles no. Y de los que vivan, como han de vivir según a ellos les convenga en cada momento.

Entre tú y yo, no deseo en ningún caso ser transhumano, porque la clave no radica en vivir más y mejor, sino en que sentido tiene la existencia humana. La felicidad humana no estriba en la perfección física, porque la naturaleza humana es mucho más, un enigma y un misterio insondable. No quiero ni pensar en dejar a mis hijos un mundo deshumanizado donde se impida la libertad de ser feliz o de no serlo.

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